Reclinada y cuando calla,
tu cabeza contiene aquella
mirada ausente que sostienen
las musas,
como si adivinaras, que
mis ojos te buscan
y que mi dolor escribe al son
de tu aliento y de sus arrítmicas pausas...
¡Amanecer de mis lunas!
¡Crepúsculo que abrasa mis ramas!
No quieras cocer otro corazón agolpado,
no te divierta jugar con mis adentros como con
fríos pedazos,
que no me duelan más los trazos,
que no hiele el alma que abrazo.
Descuídame o mátame sin cuidado,
porque si tu fuego no aguanto,
tan solo por consumirme en aquella mirada,
entera vale vivir una vida desganada,
mientras entre tus ojos gelifracciona mi alma,
y amurallado en el sigiloso asedio de tu calma,
el encarnizado corazón se me atranca.
JJJ