Me canso de decirte
"no quedan cicatrices por cerrar".
Mi alma ajada y remendada
reposa en un compás,
flota ingrávida en un pentagrama
como el sueño en la almohada.
Resuenan las trompetas
anunciando mi final,
me enseñan los caninos
los perros escogidos
de la jauría del arrabal.
Alumbran la penumbra
esquirlas de alboradas
en retinas cansadas,
retinas de celdas de agua y pan.
Descorcho el champán
alejado de las rutinas
que matan y no mueren,
que tienen cementerio,
que esperan mi sepelio.
Las quemo en un desván.
Refulgen las lanzas
anunciando mis andanzas
al que las quiera escuchar.
Me he cansado de ser
mi yugo y mi verdugo
Y royo mi mendrugo
con algo parecido a felicidad,
-bendigo el día
que supe quién quise ser-.
Relinchan los jamelgos
que no se rendirán
demuestran que son algo mas
que gallos de corral.
Recogen comadronas
puñados de amapolas
para adornar mi nicho,
señora que ya se lo he dicho:
"Aún tengo mucho que dar".
Pregonan azoteas
que ya no volverán
ángeles caídos
a los renglones torcidos
de mis libretas.
A mis libretas
de días de gloria,
de noches de infierno,
de viejas historias,
de versos heridos,
de versos enfermos,
de toda la mierda
que el mundo no quiso.
Y mientras tanto
yo seré el gato que maúlle
La nota anodina de un compás
que se pierde por el alcantarillado
de algún arrabal.
que se mezcla con el azufre y la orina.
Y si me cuelo en la cocina
el almirez me revienta las tripas.
solo quiero que sepa que a mi me da igual.
Squila